IDEALES
Una mamá ayuda a sus hijos a crecer y quiere que crezcan bien; por eso los educa para que no se dejen llevar por la pereza –a veces fruto de un cierto bienestar–, para que no cedan a una vida cómoda que se conforma sólo con tener cosas. La mamá se preocupa de que sus hijos sigan creciendo más, crezcan fuertes, capaces de asumir responsabilidades y compromisos en la vida, de proponerse grandes ideales.
Muchas veces quizás te ha pasado que: por ejemplo empiezas a hacer algo con alegría, entusiasmo... iniciaste un camino de lucha, de entrega sin reservas... sin embargo con el correr del tiempo y sin darte cuenta fuiste abandonando la lucha por la perfección y fuiste cayendo, en el desgano, en la tibieza, la indiferencia por aquello que tan admirablemente querías conquistar, hasta formaste un hábito de este actuar negativo.
Ese fantasma invisible del que venimos hablando es la pereza: la negligencia, el tedio o el descuido en las cosas a que estamos obligados, aquello a lo que estamos llamados. Aparece la repugnancia ante el ESFUERZO que el cumplimiento del deber o el camino que esto implica; ademas esto lleva consigo, y se caracteriza por el miedo y la huida a todo lo que implique compromiso y sobretdo esfuerzo.
Perezoso no es sólo el que deja pasar el tiempo sin hacer nada, el ocioso; sino también el que realiza muchas cosas, pero rehúsa llevar a cabo su obligación concreta: escoge sus ocupaciones según el capricho del momento, las realiza sin energía, y la mínima dificultad es suficiente para hacerle cambiar de trabajo.
El perezoso es amigo de las «primeras piedras», pero su incapacidad para un trabajo continuo, metódico y profundo, le impide poner las últimas, acabar con perfección lo que ha comenzado.